15 de noviembre de 2012

EL TRIANGULO DE LOS SUICIDAS y sus cortijos malditos


Se me puso el bello de punta cuando leí en una revista independiente el titular de esta noticia tan macabra y cercana a mi localidad ( JAÉN Y CÓRDOBA MAYOR TASA DE SUICIDIOS EN TODO EUROPA) ......no puede ser?
una tierra tan tranquila ,tan rural fuera del estres que se vive en ciudades y pueblos mas saturados  por ese mal que afecta al  72 por ciento de la población mundial,


Madre mía que cosas tan raras ocurren en esta comarca entre el sur de jaén y el sur de Córdoba esta el denominado el triángulo de los suicidas, sus vértices se encuentran en Alcalá la real (JAÉN), iznajar (CÓRDOBA), y priego de Córdoba (CÓRDOBA). existiendo otros dos triángulos mas  como aparece en este mapa gráfico.







Según las escalofriantes estadísticas, en estos municipios se acometen cuatro veces más suicidios que en el resto del territorio nacional, lo que viene a traducirse en que, anualmente, de 100.000 habitantes, 25 personas se suicidan. Desde luego, una cifras desconcertantes.

A día de hoy, nadie sabe qué ocurre en la región. De los muchos estudios psicológicos que se han realizado en la zona, se ha podido sacar en claro el perfil del suicida de estas poblaciones. En la mayoría de los casos, suele tratarse de una persona soltera, que ronda los 50 y que pertenece al genero masculino. Lo realmente increíble es la forma de llevar a cabo el auto-homicidio. A pesar de que, en la comarca que nos ocupa, abundan los aficionados a la caza y puede decirse que, en cualquiera de sus hogares, existe un arma de fuego, el 80% de los suicidas consuman su postrero acto ahorcándose en uno de los muchos olivos que pueblan la zona. Parece ser que este extraño mal, sólo afecta a determinadas familias en las que morir colgado de un árbol es más probable que tener un ataque al corazón. Hasta el punto de que, durante generaciones, varios individuos pertenecientes a estas familias, han acabado con sus vidas no sólo de la misma forma que sus predecesores sino que también han aparecido colgados del mismo olivo.





Los habitantes de este municipio son conscientes de que en sus tierras sus vecinos y familiares pierden la vida de manera un tanto anormal. Muchos son los que han intentado buscar explicación a tamaño fenómeno. Algunos dicen que el problema está en los árboles que se difuminan por la zona, otros hablan de un componente extraño en el oxígeno que respiran por aquellos derroteros. Hay quién habla, incluso, de un mal importado en una maleta por una familia de Europa oriental. Los que más, lo asocian al terreno donde se asientan sus casas.
Los psicólogos, que son los que más luz pueden aportar a tan escabroso asunto, asocian la gran tendencia suicida a trastornos de tipo depresivo y a lo que se conoce técnicamente con el nombre de lealtades invisibles: reglas que se transmiten de padres a hijos y que desencadenan reflexiones del tipo de “mi abuelo se suicidó, mi padre también lo hizo, yo también lo haré”. En estas familias, el suicidio no es más que una herramienta para solucionar conflictos que se ha ido interiorizando a lo largo de la cadena generacional. Por otra parte, la propia situación de los pueblos, el aislamiento que aún hoy circunda estas tierras y la segregación de los municipios en diversas aldeas, infiere en otro fenómeno que puede asociarse con los suicidios: la depresión melancólica, fruto de las relaciones restringidas y la soledad.

No existe una explicación certera sobre el fenómeno, siendo numerosos los tópicos que circulan al respecto, como la elevada altitud del terreno, el viento, algún componente del agua o la presencia de determinadas especies arbóreas, por citar algunos, aunque sí es cierto que parece haber un componente hereditario en muchos de los casos. Existen numerosos ejemplos de tendencias suicidas localizadas en varios miembros de una misma familia. ¿Componente genético o conducta adquirida? Desde una óptica rigurosa, porque hay quien mezcla espíritus del más allá y ahorcados como ahora veremos, el psiquiatra Antonio González lo denomina “lealtades invisibles”, es decir, la transmisión del suicidio de padres a hijos. El investigador Sánchez Tostado llega sugerir la hipótesis de que en este rincón jiennense hay ciertos vecinos que no contemplan la muerte como una desgarradora tragedia y sí como algo más natural, ligado a la vida e incluso a su misma historia. No le falta razón a ninguno y ambos coinciden en afirmar que el fenómeno afecta de lleno a un pequeño porcentaje de la población, tal vez el 1%, familias concretas, de tal forma que de no darse esta “tradición” en ciertas familias los datos se normalizarían. Esta evidencia se ve corroborada por la estadística hallada por un equipo de psiquiatras de la Universidad de Málaga que estudió la incidencia de suicidios entre 1983 y 1987 en la comarca y que desvela que en el 64% de los casos había algún antecedente familiar.


La mayoría de estos casos de suicidio ocurren desde tiempos antiguos en los cortijos situados dentro de dicha zona. Por distintas causas que se desconocen, las personas que los habitan sienten en un determinado momento la necesidad de quitarse la vida, y una vez que se la han quitado, incitan a sus familiares o amigos a que hagan lo mismo, siendo muchos los fallecidos de la misma forma en estos parajes. Estos sucesos han dado lugar, inevitablemente, a avivar la fantasía de sus habitantes y a crear una serie de leyendas referente a los mismos que la mayoría de las veces cuentan con una gran parte de realidad.
Casi todos estos cortijos se encuentran hoy en día sumidos en un total abandono, bien porque la mayoría de ellos han sucumbido ante el avance tecnológico, o bien, como se cuenta, han sido abandonados por el miedo de sus moradores.



Como quiera que sea, son muchos los casos que se pueden contar sobre estos sucesos y que en su día se hicieron eco entre los vecinos y algunas veces entre la prensa. Sería muy extendido enumerarlos todos, pero sí algunos de los que más expectación crearon.

Una noche calurosa de verano, en un pequeño cortijo situado en las inmediaciones del río Salado (afluente del Genil) una mujer de unos 40 años disparó sin ningún motivo sobre su hijo de ocho años. Poco después hacía un nudo corredizo a una soga a la par que repetía incansablemente “¡espérame!”, “¡ya voy, ya voy!”. Y a continuación se subió a una silla para pasar el lazo por una de las vigas de madera del techo, colgó el lazo de su cuello y saltó de la silla. Jamás se supo el motivo del asesinato y el suicidio.



El sepulturero del camposanto de Priego de Córdoba, cuenta que cada año entierra a unas diez personas que se han ahorcado o se han pegado un tiro. Añade que en tiempo pasado en este mismo lugar, un hombre de mediana edad se acercaba a la tumba de sus familiares a depositar unas flores. Como quiera que el hombre llevaba allí mucho tiempo arrodillado, el capellán del camposanto se acercó a él a preguntarle si se encontraba bien, a lo que el hombre contestó que se estaba despidiendo de sus familiares, a los que antes de irse dijo: “¡Ahora nos vemos!”, “¡Ya voy!”. Al cabo de un rato se escuchó un disparo. El hombre se había dado un tiro introduciendo una pistola en su boca.
Los Cortijos de la Carrasca y La Lastra

Las personas que vivían en los cortijos de La Carrasca y La Lastra, en la localidad de Almensilla, Córdoba,tuvieron unas experiencias para ellos tan traumáticas que difícilmente, los que aún sobreviven, olvidarán. Uno de ellos, el de Las Lastras se encuentra totalmente en ruinas, y según cuentan testigos presenciales, por sus inmediaciones se pasea un anciano de extraña presencia, conocido como “El hombre de las Uñas”, por las largas uñas que luce, que desde tiempos lejanos se muestra a veces a los que por allí transitan causándoles gran espanto.
El Cortijo de los catorce
Uno de los cortijos, con mucho de los más renombrados por este tipo de fenómenos, es el llamado Cortijo de los Catorce, uno de los más grandes y situado en alto.
El Cortijo de lo Catorce recibe su nombre porque en él se ahorcaron uno a uno los catorce miembros de la misma familia, sin que hasta la fecha se sepa la causa por la que se produjeron tan traumáticos hechos.
El primero en ahorcarse fue el padre, que a los pocos días comenzó a llamar a su niño para que se fuera con él. Le contaba que allí se estaba muy a gusto y le incitaba a que se quitara la vida, cosa que no tardó en hacer el pequeño, y que después de muerto comenzó a llamar a otro de sus familiares, y así de unos a otros hasta que todos se quitaron la vida.





Hoy, después del tiempo pasado, aún no existen explicaciones para tan macabros sucesos, pero el recuerdo de los catorce miembros de la misma familia muertos por ahorcamiento voluntario, sigue vivo en aquellos parajes.
El Cortijo de los Asombros
Las Sileras es un pueblo pequeño perdido en la mitad de la sierra cuyas calles generalmente aparecen vacías. Sus vecinos se encuentran la mayor parte del tiempo cobijados en sus casas. A la salida del mismo con dirección a Lucena, camino de la aldea de Zagarilla, por el Carril de Quiroga, se encuentra el Cortijo de Los Asombros, construido en los años 20 del siglo pasado. Según cuentan, sus constructores y la primera familia que habitó dicho cortijo, murió en dramáticas circunstancias ahorcados en las ramas de los árboles que había en la entrada del mismo, y otros en las vigas de madera de las habitaciones de la casa.
Durante la Guerra Civil, el cortijo sirvió como refugio y luego quedó un tiempo abandonado, hasta que una familia adquirió la finca y se fueron a vivir a la misma.

Fue poco después de acomodarse cuando comenzaron a producirse fenómenos extraños: puertas y ventanas que repiqueteaban y se abrían y cerraban solas, una fuerza que abría los establos y empujaba al ganado a salir de allí, mulos de carga nerviosos y reacios a permanecer en el recinto del cortijo. Igual sucedía con los demás animales. La mayoría de los días el grano aparecía esparcido por el suelo de la vivienda, los utensilios de la cocina salían disparados y no cesaban de escucharse voces y susurros.
La tensión que allí se vivía llegó a tal extremo que se requirió la presencia de un sacerdote de Priego a fin de que exhorcisara la casa, pero el exorcismo no tuvo el menor éxito pues tan solo consiguió que los fenómenos cobraran mayor intensidad hasta el punto de tener la familia que regresar a Priego.

Ni siquiera cesaron cuando hacían los preparativos para la partida. Estando cargando el carro se dieron cuenta de que se les había olvidado el candil enviando a la criada a recogerlo. Cuando llegó al lugar donde debía encontrarse comprobó que allí no estaba, y escuchó como una voz de niña decía “¡No, el candil ya me lo llevo yo!”. Lo que da a pensar que el presunto ente que allí habitaba tenía la intención de partir con ellos.
El cortijo fue posteriormente vendido con miras a efectuar en la zona alojamientos rurales, pero al día de hoy aún no han sido construidos.





Aún hoy son muchas las personas que pasan por las cercanías del mismo y cuentan que se escuchan voces de mujeres llamando a sus maridos, y los más atrevidos que osan penetrar en él, cuentas que se oyen ruidos y algunos que han observado presencias extrañas, historias escalofriantes de las que siempre quedará la duda de su certeza, pero que ceñidas a la humildad de sus narradores, no tendrían que dar ningún lugar de duda a su crédito.













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